· deia.eus · ASIER DIEZ MON – Lunes, 29 de Octubre de 2018 –
LLAMA la atención que pese al boom de las redes sociales la solidaridad sea un bien relativamente escaso. La conexión se reduce en muchos casos al intercambio de datos, a compartir experiencias, sin reforzar los lazos que han hecho avanzar al conjunto de la humanidad.
Es cierto que el progreso ha eliminado parte de la esencia de la civilización, de las costumbres ancestrales de la tribu: repartir tareas, compartir bienes materiales y permitir que fluyan los inmateriales en beneficio de la comunidad.
Pero el hilo invisible de la digitalización es débil y no contribuye a reforzar la unión. Más bien todo lo contrario. Se necesitan cimientos fuertes para extender la solidaridad y no los hay más robustos que los de una casa.
El ejemplo del cohousing, la vivienda colaborativa, marca un camino en ese sentido. Se trata de un modelo de vivienda en el que los propios vecinos diseñan espacios comunes que refuerzan los vínculos sociales y la colaboración.
Un regreso actualizado de la tribu que persigue avanzar todos hacia una sociedad menos egoísta. Trasladar eso a un plano general es muy complicado, pero esas pequeñas colectividades pueden ser la base de un futuro mejor. Un lugar común en el que las personas que más tienen sean conscientes de que hay otros que viajan con muy poco equipaje y necesitan apoyo.
Estas dinámicas se resumen con una asombrosa simplicidad en el nombre de una web que recoge experiencias similares por todo el mundo: Vivamosjuntos.